miércoles, 18 de abril de 2012

Escúchame:

No necesitas a nadie que te complete. Solo a alguien que te acepte por completo. Si un hombre intenta cambiarte, cambia... pero de hombre. Porque una mujer no es aquella que tiene más hombres a sus pies, sino la que tiene uno solo a su altura; y una gran mujer, aquella que no necesita depender de ningún hombre para ponerse el mundo por montera, y por ello, es digna de admiración por los que la conocen. Tienes muchas opciones, pero recuerda siempre estas dos: Sufrir por la persona equivocada. O disfrutar hasta que llegue la indicada. Tú eliges.

domingo, 15 de abril de 2012

VUELVO A BAILAR. Son mucho más que tres palabras...

Pues aquí estoy. Aquí ha llegado por fin el día en que poner los relojes a 0, y el calendario a 1, porque a partir de mañana, empieza el resto de mi historia, el principio del fin y el final de una etapa. Abro una puerta gigante, pero no cierro la anterior, me llevo conmigo todo el esfuerzo combinado con lágrimas de risa, y a todas las personas maravillosas que me he cruzado en este tramo del camino, que me han hecho avanzar a base de sonrisas y han conseguido que aunque el tramo era rocoso y escarpado, cuesta arriba y complicado, pareciera llano. Y muy especialmente, a mi madre y a Bea, porque las debo todo y no las merezco, a mi familia. Y a Guti, Daniel, Alberto, Olga y Aída, que aparecieron en mi camino, y en fin, si estoy aquí de pie, así de bien, es gracias a ellos. Les debo el primer aplauso y todos los que sigan, espero, cuando suba a un escenario. Y subiré, sí, porque aunque yo ya lo sabía, este largo tiempo alejada de todo por razones inesperadas y 'cosas que pasan en la vida', que es como todo el mundo se empeña en llamarlo, me ha servido para darme aún más cuenta de que dentro de mí, hay algo latente. Llámalo corazón, o llámalo baile. Y ahí reside todo. No se puede renunciar a algo en lo que piensas a cada segundo de tu existencia. No se puede renunciar a mover los pies cada vez que escuchas una música, o a que vuelen pasos por tu cabeza mientras esperas al autobús.
Ni puedo, ni quiero.
Porque dicen que hay trenes que pasan una sola vez en la vida, pero no es verdad. Hay trenes que pasan dos veces, trenes que llegan tarde por avería, y trenes, que simplemente, llegan cuando tienen que llegar, ni antes, ni después, sino en el momento justo y exacto.
Por eso mismo la frase 'Todo sucede por una razón', no es una simple frase. Es un hecho, un hecho que he podido comprobar en mis propias carnes, y me ha enseñado a ser paciente y perseverar, a encender una linterna cuando no veo luz al final de camino, y a que las cosas llegan cuando tienen que llegar. Que por mucho que nosotros queramos algo con mucha fuerza, las cosas son como son, te guste o no. La vida tiene sus propias reglas y nadie manda sobre ella...está tan segura de sí misma, que se cree capaz de darnos lecciones, y fíjate, lo consigue con creces.
Así que nada, he ido al metro, y me han dicho que mi tren pasa mañana a las 9:30 de la mañana. Creo que este es el bueno.
- Lo coges entonces, ¿no?
- Pues yo creo que sí, para bajarse siempre hay tiempo, pero puede que para subirse no haya más ocasiones...si no lo hago ahora, no lo haré nunca más, y tengo miedo de arrepentirme, pero no de intentarlo.
Así que allí estaré. Pensaba estar a las 8:30...
- Pero, ¿para qué? Si al final no gana quien más corre, si no el que lleva paso lento pero seguro, quien está en su sitio en el momento perfecto, donde trabajo y ocasión se juntan, y entonces, ZAS! ahí estás, consiguiendo lo que un día te propusiste, y por lo que tanto habías luchado...a lo que desgraciadamente, mucha gente suele llamar 'suerte'.
- Yo no creo en la suerte. La suerte no existe. La suerte existe sólo para quien se lo trabaja. Lo demás, lo demás son golpes de fortuna que se van tan pronto como llegan... Pero llevas razón. Entonces iré. Los del metro me han dicho que de conductores van el empeño y el esfuerzo, y de compañeras de vagón, la pasión, la ilusión, la perseverancia, la paciencia, las ganas de comerse el mundo...y lo que más me ha gustado: la inteligencia y la madurez.
- Eso es nuevo eh! Suena bien!!
- Demasiado bien.
- Entonces cumple tu sueño, no lo dejes a medias y no pares hasta verte ahí arriba, en ese lugar que tantas veces soñaste desde la cama del hospital. Hay tiempo para todo, y para cumplir el resto de tus sueños también. Podría decirte que hagas lo que hagas, que seas la mejor. Pero prefiero decirte, que decidas lo que decidas, seas feliz.
- Lo único que sé es que tengo una sonrisa en la boca, y ganas de estallar. Supongo que eso es un buen comienzo ¿no?
- Ese es el mejor comienzo de todos, pequeña. A por ello.



domingo, 25 de marzo de 2012

¿Y ahora qué?

Encontré esto.






Podría dejarlo ahí. 'Encontré esto'. Podría, pero no quiero. Hablar sobre ese tema, gran locura la mía. Es como hurgar una herida. O más bien una cicatriz, grande y casi reciente.
Que no sé cuántas veces habré escuchado eso de: 'Y entonces, ¿qué piensas hacer con tu vida? ¿Volverás a bailar cuando te recuperes de la lesión?' Esbozo una sonrisa y mis hombros se mueven tratando de rellenar una respuesta vacía.
No es ni un sí, ni un no, es un 'Ya se verá'. Es como esas relaciones de amor-odio donde nunca sabes si has tocado fondo o sólo es un escalón más.
Vuelvo a mirar las zapatillas. Sí, para ti unas simples zapatillas, para mí es algo más. Es algo que no llegarás a entender ni aunque quieras. Esas zapatillas me hicieron llegar a tocar el cielo un 6 de julio, en una actuación que siempre recordaré como uno de los mejores días de mi vida. Uno de esos días en que dices: 'Estoy justo donde quería estar' Salió todo perfecto, y sí, llegué a rozar el cielo con las manos. Pero bajé. Bajé hasta tocar el suelo con la punta de mi nariz. Allí en el suelo, sólo encontré dos manos, las mías. Y un par de brazos, los de 'mis imprescindibles' y poco más. Y fueron suficientes para coger aire y decir: "Puedes pisarme los hombros si quieres, que me levanto otra vez". Y aquí estoy, olvidando lo inolvidable, desechando rencores a golpe de carcajadas...pensando en lo que una vez me dijeron: 'Si dudas, aunque sea por un instante si seguir o dejarlo, es porque no has nacido para bailar'. Lo pienso y me río. Me río de aquellos que piensan que la vida es sólo bailar, que la vida no se compone de nada más. Me río de aquellos que piensan que ser bailarín es ser ignorante y analfabeto, que no se puede estudiar, ni ser periodista, ni nada más. Me río de aquellos que piensan que dejarlo, es sinónimo de 'fracasado'. Me río por todo lo que no reí tiempo atrás, y me escapo de aquella cárcel. Y decido que si algún día me 'encarcelo' otra vez, si vuelvo a sacrificar cosas por bailar una vez más, me encarcelaré porque yo quiero, por mí y por nadie más. Si quiero, las llaves las tendré yo. Si no quiero, las llaves las tiraré al mar, para así cerrar una etapa y seguir. Pero me quedaré de recuerdo el llavero, para que cada vez que abra la puerta de mi casa, me acuerde de los primeros premios que conseguí, o de mi experiencia en Estados Unidos...y de esas cosas buenas que también me pasaron cuando bailaba. 
La respuesta sigue en el aire, y ahí se queda. Me resisto a atarme buscando qué pasará en el futuro, porque no sé ni lo que pasará mañana. Que lo único que se oye es: 'Y, ¿ahora qué?', y yo trato de dar respuestas arrancando las hojas del calendario y adelantando las manecillas del reloj. Y el reloj ya se queja. Y yo me he dado cuenta de que la vida es demasiado bonita, como para que alguien te la marque a tiempo de vals y de gritos. Y si algún día vuelvo a bailar, no tocaré el cielo, tocaré la luna, y me sentaré en ella, para desde arriba observar a aquellos que ya no apostaban ni un duro por mí. Los observaré y me callaré, porque la elegancia se demuestra cerrando la boca y comiéndote un escenario. Y si no subo a la luna más, es porque como ya os he dicho, me he dado cuenta de que aquí abajo se está muy bien, y no tengo por qué demostrar nada a nadie, en tal caso, a mí misma. Demostrarme que si quiero algo, puedo conseguirlo, una y mil veces, a pesar de todo, a pesar de los tropiezos, las heridas, el pasado y el futuro.
Vuelvo a mirar las puntas, y esta vez no las guardo, las dejo colgadas...por lo que pueda pasar.  
Y sé que gran parte del mundo estará en contra de lo que acabo de sacar de mí, pero ¿sabéis?, todos tenemos razones suficientes para hacer lo que hacemos. Respeto, es lo que hace falta para entenderlo.
La verdadera respuesta la tengo dentro de mí, y aunque muchos ya la imaginaréis porque parece evidente viniendo de mí, que nadie de nada por hecho, porque si algo he aprendido en la vida, es que lo único seguro, es que no hay nada seguro.















jueves, 15 de marzo de 2012

#OFF

Ya huelo a playa.





Perderme. Despertarme y ver el mar. No necesito más.

    Dejar de existir por unos días.
                       
                   Jugar a tener la suerte de no pensar.
   
   Mi cuerpo lo pide a gritos, mi cabeza aún más.


No fue tan difícil.

-¿Qué tal? 
-Tirando 
-¿Tirando? 
-Tus recuerdos a la basura.

martes, 13 de marzo de 2012

Voy descongelando el corazón mientras tanto.

Y entonces me senté frente al mar. Sólo estaba yo. Yo y el mar. Menuda combinación.
Era pleno enero. La gente estaba en sus casas, aguardándose del frío invierno.
Me descalcé y caminé por la arena.
El agua estaba fría. Estaba helada, como mi corazón. ¡Qué coincidencia!
El sonido de las olas venía acompañado de un recuerdo. De aquel verano del 96, de lo feliz que era y de lo mucho que me quedaba por aprender de la vida.
Tuve la intención de hacer una locura. No la hice. Debería haberlo hecho. Debería haberme bañado con el agua totalmente congelada y con lluvia en las pestañas, al menos habría tenido algo increíble que contar algún día a mis nietos.
Caminé un poco más y cansada de andar, me volví a sentar, esta vez en una de las piedras. Cerré los ojos y decidí no pensar. Pero a medida que pensaba menos, sentía más.
Y entonces comprendí el por qué de mi enfermo corazón: De tanto pensar, había dejado de sentir.
Ya no había marcha atrás. Estaba crónico. Estaba en coma, coma irreversible. Estaba a punto de morir agujereado de puñaladas y hachazos.
Pensé en incinerarlo y echar las cenizas al mar, con la intención de verlo reencarnado, vivo y sano.
Pero si soy sincera, aún veía en el horizonte la esperanza de que alguien llegara y lo salvara de una muerte segura. Alguien que pusiera el mundo a mis pies con tan solo una mirada. Que fuera siempre 'sí ' cuando era 'sí ' y 'no' cuando era 'no'. Que no me dejara decir 'gracias', sino 'más veces'. Que no me llamara 'princesa', sino que me tratara como una de ellas. Que me invitara a cenar pizza en el suelo, mirando a las estrellas. Y que no me comprara caros perfumes, sino que me regalara una simple sonrisa cada día. Que fuera mi compañero de aventuras y mi copiloto del coche. Que me obligara reír a carcajadas, y a llorar de la risa. Que me cantara canciones al oído, pero que el estribillo me lo dejara cantar a mí. Que me dijera 'preciosa' a todas horas, pero más a esas de la mañana, en las que voy en pijama, recién levantada, sin una gota de maquillaje y el pelo alborotado. Que le gustara la forma en la que bailo y escribo, pero aún más la forma en la que sonrío. Que me hiciera bañarme a las tres de la mañana en el mar, con un frío que me cortara la respiración, pero que al menos no me cortara las ganas de vivir. Vivir. Ni con él, ni sin él. Junto a él. Por siempre. Y para siempre. Al menos tendría algo inolvidable que contar algún día a mis nietos.
Yo estaba dispuesta a dar mucho más. Mucho más de lo que los libros y las películas pudieran contar.
Sólo ponía una condición: 'No me mereces si no estás dispuesto a hacer locuras'
¿No pedía tanto no?

PD: Aún lo estoy esperando. Pero no hay prisa, voy descongelando el corazón mientras tanto. Igual aguanta.



domingo, 11 de marzo de 2012

La culpa es nuestra por creernos las películas.

Nos acostumbramos a todo. A lo bueno, a lo malo, a lo no tan bueno y a lo no tan malo. Nos acostumbramos a madrugar y a despertarnos tarde los domingos. A desayunar con la radio puesta y con los ojos medio cerrados. A salir a la calle y a correr para coger el autobús. Nos acostumbramos a ir corriendo a todas partes. Llegamos a la oficina y nos acostumbramos a no mirar a nuestro alrededor. Y cuando no miramos a nuestro alrededor, nos acostumbramos a no abrir las cortinas, a trabajar bajo la luz de aquel flexo, a beber algún que otro sorbo de café de vez en cuando, sólo cuando el tiempo nos lo permite.
Nos acostumbramos a sobrevivir mecánicamente. Nos acostumbramos a estructurar nuestra vida, a hacer siempre lo mismo, como coches teledirigidos.
Pensamos que estamos destinados a una persona, o a un trabajo, o a un lugar. Pero un día nos damos cuenta de que nos hemos acostumbrado a sufrir. Nos hemos acostumbrado a vivir pendientes del teléfono, esperando que el director de una película nos llame para ser el protagonista de su próximo taquillazo. Nos hemos acostumbrado a vivir a base de limosnas y de las sobras del querer de otra persona, esperando que algún día se de cuenta de lo mucho que la queremos y de lo feliz que sería con nosostros.
Nos hemos acostumbrado a pensar que la ciudad de nuestros sueños nos está esperando y que en ella seremos felices.
Es normal. Vivimos a base de sueños. Y no nos damos cuenta de que los sueños, en parte, no son nuestros, no nos pertenecen. Pertenecen a la vida y al tiempo, que sin quererlo son los dueños de nosotros mismos. Que son los que te dan las respuestas, incluso aquellas que no habías pedido. Está bien desear algo, y luchar por ello, pero también hay que saber cuando dejar de apretar las tuercas de ese sueño, cerrar, desatar los lazos, dejar de morder el tiempo y seguir.
Nos acostumbramos a pensar que las personas que queremos siempre estarán ahí. Esperamos ser correspondidos, pero al final del día, coges el teléfono y lo único que escuchas es un: 'Es que no puedo ir, lo siento...'
Nos acostumbramos a sonreír a las personas, y a no recibir siempre una sonrisa de vuelta. A ser ignorados, a ser invisibles, cuando tanto necesitábamos ser importantes. A ser una opción y no una prioridad.
Nos acostumbramos a pensar que por muy mal que estén las cosas, algún día encontraremos trabajo.
Pero nos acostumbramos a ahorrar la vida, que de poco exprimirla, igual se gasta, y una vez gastada, por estar acostumbrados, nos perdemos el vivir.
Y fíjate, la muerte está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja. Necios somos si no lo aprovechamos. Si en vez de vivir la vida, la malgastamos esperando, mordiendo el polvo de cosas que se nos escapan de las manos.
Y yo estoy aprendiendo que aquí sólo vale esperar lo inesperado. Que por muchos planes que hagas, la vida para bien o para mal siempre acaba sorprendiéndote.
Cambiar tu vida, ponerla patas arriba, equivocarte y seguir. Caer y limpiarte los rasguños para continuar con dignidad. Aparecer de imprevisto, cuando nadie te espere, para que tu aparición sea todo un acontecimiento. Y tener sueños sí, pero más que sueños, metas. Y que si una meta no se consigue, no pasa nada, hay miles de caminos que recorrer y miles de personas ahí afuera dispuestas a ser parte de ti. Y por ello, debemos despertar, dejar de acostumbrarnos, dejar de hacer que pasen los días. Hacer que cuenten. Por ti, y por nadie más. Vivir los lunes como un viernes y los domingos como un martes. Dejarnos de teorías y frases hechas, de historias perfectas y finales felices.
La culpa es nuestra por creernos las películas, porque lo que aún no sabemos es que nosotros mismos somos los directores de nuestra propia película, y que mientras caminamos por la vida, el guión de nuestra historia sigue en marcha, escribiendo cada paso que damos, cada decisión que tomamos. Es una película larga e intensa, nadie se salva de las risas, pero tampoco de las lágrimas. Habrá momentos en los que desearás cambiar de cinta y de cámara, ver todo desde otra perspectiva, pero es lo que te ha tocado vivir. De ti depende que haya más comedia que tragedia. De ti depende dejar de esperar a esa persona, y darte la oportunidad de ser feliz con lo que mereces, dejar de mirar el teléfono cada dos por tres, guardarlo y que te llamen cuando te tengan que llamar, si es que te tienen que llamar, y si no, pues nada.
De ti depende comerte la cabeza o comerte la vida, tomártela sin saborear o sentarte y apreciar sus matices. Caminar, jamás parar de caminar, absorbiendo de aquí y de allá, pero nunca creer que todo y todos son imprescindibles. Al fin y al cabo, de todo se sale, incluso de que aquello a lo que siempre estábamos acostumbrados a vivir. El reto es seguir, seguir como sea, pase lo que pase. Saltar al vacío, incluso cuando no sabes dónde está el norte, ni el sur. Soltar la rutina y las cadenas de aquello a lo que estábamos aferrados.
Yo me atrevo. No sé lo que pasará, pero me atrevo.
¿Te atreves?  Creo que no te arrepentirás.